Ochenta años después, Austria recuerda la invasión de la Alemania nazi y a sus más de 60 mil judíos asesinados durante la ocupación.

El 12 de marzo de 1938, al amanecer, Adolfo Hitler envió sus tropas contra la república alpina, su país natal, para iniciar el Anschluss, palabra alemana utilizada para la anexión que llevó a considerar ambos territorios como una sola nación.

El presidente federal, Alexander Van der Bellen aseveró al cumplirse un nuevo aniversario de la fatídica fecha que ‘Austria asume su responsabilidad y mantendrá el recuerdo de los horrores del nazismo, guerra, persecución y del Holocausto’.

‘Hemos aprendido de la historia y vamos a trasladar esta lección a las siguientes generaciones, para levantar la voz siempre de forma inmediata en contra de cualquier ideología inhumana’, agregó.

En el actual contexto político nacional, tras la reciente elección de Sebastian Kurz, líder del Partido Popular (OVP) como nuevo canciller federal, la comunidad judía se muestra incrédula ante los homenajes.

Asimismo, recuerda que el Partido de la Libertad (FPO), socio de la coalición de Gobierno, todavía no logra distanciarse del nazismo y del antisemitismo.

El país alpino guarda en la memoria los dolorosos recuerdos de esa etapa, cuando fue un apéndice del Tercer Reich, rebautizado como ‘Ostmark’ y, según analistas, la carga de sus errores del pasado pesa aún sobre sus hombros.

Aunque luego de la Segunda Guerra Mundial, Viena se consideró la ‘primera víctima del nazismo’, también es cierto que la proporción de criminales de guerra nazis de origen austriaco, encabezada por el propio Hitler, era especialmente elevada.

Los historiadores precisan que muchos de ellos se destacaron por ser particularmente crueles con sus víctimas en los campos de concentración.

De igual modo, recuerdan que en aquel momento la anexión tuvo un fuerte apoyo de gran parte de los ciudadanos.

‘Hacer que la República Federal de Alemania cargara con toda la responsabilidad fue un buen recurso para construir una identidad austriaca propia después de la guerra’, destacó Oliver Rathkolb, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Viena.

Hasta la fecha todavía es motivo de polémica histórica en la sociedad austriaca determinar la cantidad real de simpatizantes nazis que existían durante la anexión, así como el nivel de respaldo popular que tuvo la ocupación alemana.

En octubre de 1943, Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética, firmaron la declaración de Moscú donde, entre otros acuerdos, se proclamaba el restablecimiento de la independencia de Austria como una de las metas de los Aliados. Al finalizar el conflicto bélico, las tropas soviéticas liberaron la parte oriental de Austria, incluyendo Viena.

Cuando llegó abril de 1945 se estableció un gobierno encabezado por el socialista Karl Renner, quien fue reconocido en octubre por las fuerzas de ocupación. Para final de año, Renner era elegido Presidente de la República.

En medio de este acercamiento a la historia, Kurz expresó que ‘la mayor lección del pasado es proteger de manera activa el Estado de Derecho y los valores democráticos, y luchar contra cualquier forma de extremismo e intolerancia’.

Sin embargo, no vaciló en conformar una alianza con el FPO, un partido de extrema derecha creado por ex nazis.

El Partido de la Libertad de Austria se fundó en 1956 y su primer presidente fue Anton Reinthaller, un antiguo miembro de las SS, que estuvo encarcelado entre 1950 y 1953 por sus actividades nacionalsocialistas.

La comunidad judía de Austria boicoteó el 25 de enero de este año un acto oficial del Parlamento para conmemorar las víctimas del Holocausto, a causa de la presencia del FPO en el Gobierno.

Ochenta años después, Austria recuerda con pesar y culpabilidad la época del Anschluss, pero resulta contradictorio que a pesar de ese sentimiento, el acontecer político en esa nación muestre un incremento de la xenofobia, el racismo e incluso el resurgimiento de ideas neonazis.